Amor y zapatos viejos
A veces, mi esposa y yo completamos las frases el uno del otro. Después de 30 años de matrimonio, cada vez conocemos mejor la manera de pensar y hablar del otro. Incluso, a veces ni siquiera tenemos que terminar una frase; solo una palabra o una mirada basta para expresar lo que pensamos.
Recostado sobre Jesús
A veces, cuando pongo la cabeza en la almohada a la noche y oro, imagino estar recostado sobre Jesús, y me trae a la mente lo que el apóstol Juan dice de sí mismo en la Palabra de Dios sobre la última cena en el aposento alto: «Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús» (Juan 13:23).
Recuerda cuándo
Nuestro hijo luchó con la adicción a las drogas siete años, y, durante ese tiempo, mi esposa y yo enfrentamos muchos días difíciles. Mientras orábamos y esperábamos que se recuperara, aprendimos a festejar las pequeñas victorias. Si nada malo pasaba en un lapso de 24 horas, nos decíamos uno al otro: «Hoy fue un buen día». Esa pequeña frase se convirtió en un recordatorio para dar gracias a Dios por su ayuda en las cosas más pequeñas.
Alguien por quien celebrar
Muchas escenas del pesebre muestran a los magos de oriente visitando a Jesús en Belén al mismo tiempo que los pastores. Sin embargo, según el Evangelio de Mateo, el único lugar de la Escritura donde se encuentra esta historia, los magos llegaron más tarde. Jesús ya no estaba en el pesebre del establo de una posada, sino en una casa. Mateo 2:11 nos dice: «Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra».
Servir a Dios con oraciones
A menudo, Dios decide utilizar nuestras oraciones para llevar a cabo su obra. Esto lo vemos cuando le dijo al profeta Elías: «yo haré llover sobre la faz de la tierra», prometiendo poner fin a una sequía en Israel que había durado tres años y medio (Santiago 5:17). Aunque Dios había prometido que llovería, poco después, «Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas» para pedir fervorosamente que lloviera (1 Reyes 18:42). Entonces, mientras oraba, mandó a su siervo «siete veces» para que mirara hacia el mar y observara si había alguna señal de lluvia en el horizonte (v. 43).
Conversaciones tranquilas
¿T e hablas a veces interiormente? En ocasiones, mientras trabajo en algún proyecto (por lo general, debajo del capot de un automóvil), me resulta útil pensar en voz alta para evaluar qué hacer para mejorarlo. Si alguien me descubre en mi «conversación», me da un poco de vergüenza; aunque la mayoría de la gente habla sola en algún momento del día.
Anhelo de llegar a casa
Mi esposa entró en el cuarto y me encontró con la cabeza metida dentro del gabinete del reloj de nuestro abuelo. «¿Qué estás haciendo?», preguntó. «Este reloj huele igual que la casa de mis padres —contesté avergonzado mientras cerraba la puerta—. Supongo que se podría decir que estaba yendo un rato a casa».
Amor inalterable
Hace poco, el aterrizaje de un vuelo fue bastante brusco, y nos sacudió de un lado al otro por la pista. Algunos de los pasajeros se veían nerviosos, pero la tensión desapareció cuando dos niñas pequeñas que estaban sentadas detrás de mí exclamaron: «¡Viva! ¡Otra vez, otra vez!».
«Por cuanto me has rogado»
¿Qué haces con tus preocupaciones? ¿Las internalizas o las envías hacia arriba?
Lo mejor está por venir
¿L os mejores días de nuestra vida ya han pasado o están por llegar? Nuestra perspectiva de la vida —y nuestra respuesta a esta pregunta— puede cambiar. Cuando somos más jóvenes, miramos al futuro deseando crecer. Y, cuando crecemos, anhelamos el pasado, queriendo volver a ser jóvenes. Sin embargo, cuando caminamos con Dios, ¡lo mejor está por venir!